Queridos
hermanos. Una vez finalizado el Seminario de Vida en el Espíritu, y ver la
disposición que tenéis de continuar en este grupo de oración y alabanza al
Señor, queríamos dedicaros unas palabras, y la verdad es que nada mejor que acudir
a la Palabra de Dios, hacerla nuestra, porque ¿cómo podríamos expresar mejor que
lo inspirado por el Espíritu Santo a san Pablo, o lo dicho por el mismísimo
Jesús?
Nosotros
damos gracias a Dios sin cesar, porque al recibir la Palabra de Dios que os
predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como
Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes. (1Tes 2, 13)
Vosotros
sois la sal de la tierra. Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra
luz ante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y den gloria a
vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5, 13a. 14a. 16)
Os animamos
a perseverar, a hacer vuestra esta Palabra y decir como el salmista “Toda mi
vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Mi alma está unida a Ti y Tu
diestra me sostiene” (Sal 63 (62), 5. 9) porque es en la Comunidad donde la
Santísima Trinidad, se hace presente en nosotros “con el Espíritu Santo que se
nos ha dado” (Rm 5,5), el apóstol san Pablo ruega a los efesios “os ruego que
andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados: esforzaos en
mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Como una sola es la
esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados (Ef 4, 1. 3. 4). Que
Dios os conceda estar de acuerdo entre vosotros, para que unánimes, a una voz,
glorifiquéis al Dios y Padre nuestro Señor Jesucristo. Por eso, acogeos mutuamente,
como Cristo os acogió para gloria de Dios. (Rm 15, 5. 6).